Yo también soy turista

En el escrito anterior decíamos que la temporada turística comenzaba a despertar. Y en una empresa como la nuestra, debemos prepararla varios meses de anticipación: hay que revisar los alojamientos, y tratar con los propietarios la mejor manera de trabajar juntos. Preparamos la finca, y su equipamiento, y la publicidad y búsqueda de los huéspedes.

El alquiler de apartamentos turísticos fue la primera actividad del despacho de casa. Con la voluntad de servicio (ver pequeña historia en el apartado “quiénes somos” de nuestra web), nuestro abuelo y nuestro tío empezaron a ayudar a los primeros turistas que venían a St. Feliu y Platja d'Aro, a buscarles alojamiento, entre las casas y pisos de la gente del pueblo.

Hemos sido privilegiados testigos de los cambios del turismo, desde los años 50 y 60 hasta la actualidad. Y reflexionándolo, observamos que la esencia de los viajeros no ha sido tan diferente en el tiempo: buscan disfrutar de nuestras hermosas playas y poblaciones, del sol y del mar, y compartirlo con sus familias y amistades.

Este incremento poblacional y turístico a lo largo de los años ha traído prosperidad a los pueblos, a las empresas y a su gente. Desgraciadamente, también ha supuesto la destrucción irreversible del entorno natural y paisajístico de buena parte del territorio. Esperamos y deseamos que las nuevas normativas proteccionistas medioambientales y el incremento de concienciación ciudadana lo mejoren, hasta el punto de intentar revertirlo.

Y nos gusta ser críticas, para mejorar las formas de hacer y gestionar estas situaciones. Y creemos firmemente que debemos reflexionar y trabajar a nivel público y privado. Por esto nos sabe mal la visión de negatividad absoluta en torno a esta actividad, y la relevancia que ha tomado en los últimos años, llamada “turismofobia”.

Buscando en internet, se define como "antipatía o aversión al turismo ya los turistas, especialmente cuando se convierte en un fenómeno masivo en la zona". En ciudades como Barcelona, ​​y más recientemente Girona, este fenómeno ha tomado mucha relevancia. Cuentan que el exceso de visitantes ha modificado de la vida de sus ciudadanos, aumentando precios, y degradado el ecosistema y las áreas naturales…

Nosotras mismas vamos muy a menudo a estas dos ciudades. Y pensamos en nuestra experiencia.

Girona nos la sentimos muy nuestra, porque el día a día nos conduce a ella: trabajo, formaciones colegiales, gestiones, trámites, o temas diversos como compras, visitas médicas, encuentros lúdicos…

Trabajo puntual aparte, acostumbramos a “bajar” en Barcelona por jornadas de ocio más planificadas, como encuentros, teatros, exposiciones… y nos encanta hospedarnos un par de días y visitar diversos lugares: una mañana por las playas de la Barceloneta, una tarde por las calles de Gracia, entrada a un edificio gaudiniano, alguna exposición itinerante…

Realmente somos turistas, y hacemos de turistas: cámara-móvil en mano, crema solar y ojos embobados. Sustituimos las chancletas y calcetines, por otro calzado cómodo, que incluso nos hace sentir más integradas.

Y entonces, mientras paseamos, leemos en una fachada o un banco de una calle: “tourist kills the city, tourist go home, el turismo mata a los barrios, tourist you are terrorist…”. Nos deja mal cuerpo, y reflexionamos, y pensamos que quizás sí, que sin quererlo, nuestra estima por Barcelona, ​​como la de tantos otros turistas, ha hecho que los propios barceloneses se sientan invadidos y colapsados.

Pasados ​​estos dos días que acostumbramos a visitar la capital, volvemos a casa, a nuestra Costa Brava. Y siempre con una sonrisa, nos preparamos para el fin de semana, para recibir la afluencia de visitantes del área metropolitana, que se la sienten suya, y la quieren, y disfrutan cámara-móvil en mano, crema solar y chancletas . Y sin dejar de querer mejorar esta gestión de invasión y colapso, nos encanta compartir nuestra tierra.

 

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